28 octubre 2025

Marie Treibert : Vulgarisatrice scientifique, autrice, vidéaste

«¡El mar lo es todo! Cubre siete décimas partes del globo. Su aliento es puro y saludable. Es el inmenso desierto donde el hombre nunca está solo, pues siente la vida estremecerse a su lado. El mar no es más que el vehículo de una existencia sobrenatural y prodigiosa; no es más que movimiento y amor; es el infinito viviente (…)».

Jules Vernes, 20.000 leguas de viaje submarino. __

El infinito viviente. Aquí en Alonissos, a bordo de la expedición a Grecia, lo veo por todas partes, con mis propios ojos o en el único ojo de mi cámara. Aquí, los tonos azules ondean en el puerto, los gatos vagan por las callejuelas hambrientos de ser acariciados y los cormoranes corren por la playa. El infinito viviente se materializa a todas las escalas.

En Curiosidad, de la mediadora científica Kelly Godard, el plancton animal pulula por todas partes, bajo la mirada chispeante de los niños griegos. Han venido a participar en un taller de Agua Viva para descubrir estos extraños organismos y las funciones clave que desempeñan en los ecosistemas. Y lo que más les gusta es mirar por el microscopio.

Proyectado en la pantalla del aula, los niños descubren el plancton en directo. Observaron la diminuta larva de cangrejo, el fitoplancton muy chillón y el extraño copépodo, que gira como una diminuta bailarina con antenas. La infinitud de la vida estaba muy presente aquel día en sus ojos naturalistas, insaciables de curiosidad por lo que estaban descubriendo. Bajo la apariencia de un simple taller de divulgación, aquí en Alonissos se transmite todo un patrimonio a los más pequeños. Y cuando Dimitri, de 7 años, salta a mis brazos y me dice «gracias, te quiero», tengo que admitir que se me derrite el corazón. Transmitir la curiosidad científica a estos niños tan pequeños no es sólo transmitir conocimientos: es transmitir emociones. Este infinito viviente también está presente en una forma más regordeta de profundos ojos negros: la foca monje del Mediterráneo. Cazada durante mucho tiempo en las playas, postrada ahora en oscuras cuevas, esta especie se ha convertido en la mascota de un esfuerzo colectivo de protección tras haber estado tan cerca de la extinción. En las paredes de cafés y panaderías, carteles y folletos informan a residentes y visitantes de la situación del animal.

El día que pasé con Panos Dendrinos, Presidente de MOm, la Sociedad Helénica para el Estudio y la Protección de la Foca Monje, quedará grabado para siempre en mi memoria. Salimos a comprobar las cámaras trampa de las cuevas donde las focas vienen a descansar y a parir. Aunque no se esperaba ningún encuentro aquel día, cada minuto estaba lleno de asombro.

Nadamos hasta nuestra primera cueva. Al atravesar su esclusa, la luz clara y azulada se desplomó. Es como atravesar la puerta hacia otro mundo. La acústica cambia, fragmentos de posidonia abrazan mis piernas y se estrellan contra la diminuta playa interior donde me reúno con Panos. En un rincón de la pared de la cueva hay una cámara, que parece funcionar con normalidad.

Partimos hacia una segunda cueva. Y esta vez veo algo inusual en los ojos de Panos. Bajo este enorme arco de roca, caminamos discretamente por las paredes. Ya no hay palabras, sólo miradas y gestos entre nosotros. Y el tiempo pasa de otra manera, al ritmo de las lentas olas que penetran en esta misteriosa cavidad.

De repente, oímos gritos que perforan el silencio en el fondo de la cueva: una joven foca gruñe alegremente. Mi corazón da un salto. Panos señala una playa oscura. «El cachorro está jugando, la mamá está durmiendo. Tenemos que irnos». Tuve el tiempo justo para ver una masa de 300 kg durmiendo pesadamente, mecida por los movimientos de la espuma. Me ocurrió una magia infinita. Nos pusimos de nuevo en marcha, con una sonrisa en la cara, felices por este encuentro inesperado. Aquí, las poblaciones de foca monje del Mediterráneo se están recuperando, fruto de una incesante labor de protección que dura ya más de 30 años. Panos incluso me susurra que las focas están empezando a salir de nuevo de las cuevas para buscar la luz y la seguridad de las playas, como hacían sus antepasados. El infinito viviente también está presente en los corazones de todos los tripulantes a bordo de esta misión dirigida por Exploraciones de Mónaco. Cada día, disfruto observando y escuchando cómo las acciones llevadas a cabo in situ y la vida que ofrece el Mediterráneo catalizan en todos y cada uno de nosotros su cuota de anécdotas cotidianas.

Aquí, el infinito viviente agita las acciones y los corazones de las personas.

Jules Vernes ya había plasmado esta profusión de vida en los océanos y mares de nuestro planeta azul en 20.000 leguas de viaje submarino. Pero desde la época de esta obra pionera de ficción y de la ictiología que describe, las cosas han cambiado. Donde el autor veía aguas intocables por los «déspotas» humanos, aguas donde «cesa su poder, se extingue su influencia, desaparece su poderío», en 2025, los informes nos dicen que el infinito viviente está muriendo.

Así que aquí, en Alonissos, he visto cómo se trabaja para dar vida a la mayor zona marina protegida del Mediterráneo, y cómo las expediciones oceanográficas ayudan a difundir localmente esta protección. Proteger nuestros océanos y mares es una misión en toda regla, que implica llegar a los jóvenes, sensibilizarlos, conocer gente y abordar cuestiones sociales y alimentarias. Proteger las especies, salir al terreno, realizar acciones científicas in situ. Y fue esta visión global lo que más me conmovió cuando me embarqué en esta parte de la misión de Grecia. Estábamos todos juntos. Juntos, ¡para que el infinito siga vivo!

Marie Treibert
Escritora de divulgación científica, autora, videoartista
Youtube.com/laboiteacuriosites

 

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